La maldita clasificación

Los bienpensantes de toda la vida se echan las manos a la cabeza y exclaman "¡cómo se puede criticar al Athletic, si va quinto!". Muchos de ellos son los que despotricaron de Joaquín Caparrós por su fútbol cortoplacista, olvidándose que cogió al equipo en uno de los momentos más críticos que algunos hemos conocido y lo dejó clasificado para Europa. "¡Esto no es fútbol!", gritaban entonces. Y llegó el cambio exigido por la afición de la mano de Josu Urrutia, un presidente con innegable adn rojiblanco y adalid de un juego alegre, de ataque, sin especular. Y con él aterrizó en Bilbao Marcelo Bielsa, "entrenador de entrenadores", según el nuevo presidente, el mister llamado a dejar huella en el club. Con el argentino volvimos a vivir jornadas inolvidables, con algunos momentos que forman parte de la historia más gloriosa del club. Las desavenencias entre presidente y entrenador pusieron fin antes de tiempo a una de las etapas más ilusionantes de las últimas décadas. Muchos pasamos a engrosar la lista interminable de viudas de Bielsa. Había que pasar página y fue Ernesto Valverde el elegido para enderezar la nave rojiblanca sin renunciar a las señas de identidad que llevaron a Josu Urrutia a la presidencia del club. Y la realidad ha sido implacable. El juego del equipo se parece al que tan poco gustaba hace 4 años y que ahora nos lo quieren hacer tragar sin poder discrepar. Y si lo haces, el tonto de turno te tacha de antiathletic sin que le tiemble el pulso. Yo soy de los que creen que hay varias formas de jugar bien al fútbol -siempre defenderé el trabajo que Joaquín Caparrós realizó para transformar una plantilla hundida en un grupo competitivo-, pero también de los románticos que piensan que el Athletic es un club grande que merece jugar como si pensáramos que todo es posible. Durante dos años nos sentimos especiales, al margen de resultados y clasificaciones. Ese es el camino.